jueves, 27 de noviembre de 2008

JUAN PABLO BEATO

En un hecho sin precedentes para el pueblo colombiano y la comunidad católica mundial, el sumo pontífice de la Santa Sede anunció ayer en medio de un bíblico aguacero que se resistía a amainar, la elevación a la dignidad de beato del colombiano Juan Pablo Garavito Gaviria. El júbilo ocasionado entre el pequeño círculo de fieles sincelejanos que siguieron el evento en directo por televisión satelital no se hizo esperar y paralizaron por dos gozosos minutos el tráfico vehicular en el semáforo de la esquina en que confluyen el Ley de comidas, Foto Japón y la Olímpica del centro, a eso de las 5.30 a.m. –hora local, momento en que se efectuó el piadoso pronunciamiento.

A medida que transcurría la mañana, diversos sectores de la iglesia católica y la comunidad sucreña en general se fueron acercando a la tumba del ahora ilustre ciudadano para rendirle los más merecidos honores, en medio de una improvisada comitiva que, al pasar por el sector de las peñitas, se vio acompañada por los músicos vallenatos del sector y multitud de madrugados jóvenes rumberos quienes, Maizena y garrafa en mano, le dedicaron entre adioses y wapirreos –la procesión hacia el cementerio pudo haberlos confundido, un sentido homenaje póstumo al hombre de quien desde ya se menciona su postulación para ciudadano del año y a cuyo honor se elevará el 20 de noviembre como día cívico en todo el departamento sucreño. Esperamos que el ejemplo se difunda en todo el territorio nacional.

De entre las primeras impresiones que causaron revuelo en los medios informativos nacionales sobre la vida de “Don Juan Pablo”, distinción acuñada durante el discurso proferido por el honorable presidente del Consejo Superior de la Judicatura en una reciente rueda de prensa otorgada en la fría ciudad capitalina, causó gran alborozo el anuncio de su actividad profesional: Don Juan Pablo era abogado.

Sí señor: abogado.

A continuación un aparte de la alocución referida:

“(…) y es así como el Consejo Superior de la Judicatura y la Asociación Colombiana de Juristas (ACOJO) anunciamos con gran orgullo y regocijo en el corazón al pueblo colombiano y a la comunidad internacional la inclusión de Don Juan Pablo en el libro de los grandes ciudadanos colombianos, solitario en un nuevo capítulo dedicado a los profesionales del derecho, por una vida de logros y satisfacciones en el ejercicio de la profesión. Se barajan más nombres para acompañarlo en este aparte. Recibimos sugerencias.

Esto es una prueba más de que no todos los abogados vamos a parar al infierno…”

Las incidencias desatadas por este último comentario conllevan a formularse una pregunta necesaria: ¿cómo logra un abogado la beatificación? La respuesta en palabras de Monseñor Jairo Simahan:

”Realmente no es tan difícil pensar en la posibilidad de un abogado beatificado, y la vida de Juan Pablo da buena cuenta de eso. A manera de ejemplo, recuerdo la forma en que él resolvía los conflictos de intereses: aplicando la teoría del cerdito indeciso, según la cual, cuando dos o más personas se pelean la titularidad de un pequeño porcino lo más sensato es situar a los contrincantes equidistantes de un punto medio, en el cual se va a ubicar a un cerdito con los ojos vendados –tal como la diosa Themis- para que esté temporalmente cegado y decida libre de prejuicios y distracciones quién es su verdadero benefactor. Ésa verdaderamente es una forma sencilla y piadosa de hacer justicia. Claro que no todos lo conflictos del mundo versan sobre marranitos en disputa y así fue como, eventualmente, nuestro joven abogado fue viéndose a sí mismo limitado por la rigidez de los lineamientos legales, pero Dios es la eterna fuente de toda sabiduría y el que a El acude de El se nutre, en virtud de ello Juan Pablo se convirtió en pionero de los derechos de los palos de mango, de la cañandonga y el bocachito. Fe de esta vocación dan los habitantes de San Antero, quienes prolongados loores le hicieron cuando el caso de los derechos del burro le dio la vuelta al mundo.”

Para el momento de cierre de esta edición, el alcalde de Sincelejo anunciaba en un precipitado discurso la entrega de las llaves de la ciudad al beato sincelejano, y aunque su pobre conocimiento de la costumbre católica le hizo acreedor de multitud de críticas y chanzas, zanjó el asunto haciendo gala del más profundo y ortodoxo conocimiento de la clásica sabiduría sabanera:

“No importa, yo le hago una repisita”