lunes, 13 de agosto de 2012

POR BLACKBERRY MESSENGER: CUENTO ESPONTÁNEO (FINAL CLICHEZUDO)

Hoy ocurrió que un amigo desocupado me propone un juego por el PIN. Yo por mi parte –e igual de desocupado- le seguí la corriente. Consistió en que él me daba una lista de palabras y con ellas yo armaba un cuento corto. Como hay que seguir con el ejercicio, decido publicar sin editar, simplemente corrigiendo puntuación y ortografía. Esto es lo que ocurrió:

Palabras: noche, temor, cielo, tiempo, mujer.

El viejo Migue solía decir que el diablo era una mujer.

Y era que todas las noches el abuelo de la prima de mi esposa salía a caminar solo, muy tarde, por la zona boscosa de su tierra: La Mojana sucreña.

Todas las noches abuelo Migue llegaba tarde, bien tarde, inexplicablemente cansado, sudado y lleno de sutiles moretones en varias partes de su cuerpo. La vieja Gaviota ya ni se molestaba en molestarse: Migue era lo que era, y si no fuera un viejo terco, jamás habría visto su familia, ni el pueblo entero, lo que era un televisor de transistores, o esa monstruosidad a la que llaman “neveria”. Gaviota no sentía miedo, aún cuando un tigre de la sabana les había robado ya un puerco viejo y dos cocás.

El viejo no sentía temor de la naturaleza; más bien parecía que la madre selva se meara en sus enaguas cuando el colosal Migue caminaba sin aparente rumbo por la frondosa senda que lo llevaba al lago del visco, lugar llamado así porque prácticamente nadie lo podía encontrar.

-el tiempo se puso malo, y Migue no regresa –dijo Gaviota sobresaltada al sonar las 3 campanadas en su reloj de pared, aquella calurosa noche de agosto.
Puso un pie en el suelo y cayó la primera gota desde ese cielo negro que miraba curioso a su casa.

Cantó  un carrao, algo que definitivamente no era lógico que ocurriera… no a esa hora de la noche.

Gaviota se puso lívida, exhaló un soplo de aire trémulo, casi un despavorido silbido.
-tengo que buscá a Migue, que la noche me lo va a matá –aulló Gaviota con las rodillas chocando entre sí y un nudo asfixiante en su garganta.

Migue saboreó el aire, esperando no haber tardado más de lo normal esa noche que prefirió cabalgar una cuarta vez a su misteriosa amante nocturna… sabía bien que algo definitivo, imprevisto y totalmente en contra de él, iba a ocurrir esa noche.

El diablo supo a tiempo que Gaviota iba, y pudo sentir ese estado de ánimo tan intranquilo y difícil de definir que se traía encima la vieja y robusta Gaviota. Exhaló como resignado, se puso en cuatro patas, y justo cuando a Migue en un último estallido de libido se le da por abalanzarse con su miembro al aire y triunfalmente erecto, apuntando directamente a su orificio anal, se transformó en ese animal…

No era un tigre: era el tigre.

Migue cerró los ojos y de repente sintió que abrazaba a un enorme gato.
Justo cuando Gaviota llegó al lugar, Migue (su bestia personal) había penetrado al tigre por detrás. Cayó el gato muerto, sofocado por la virilidad exagerada del viejo Migue.
Y fue en ese momento en el cual Migue, el coloso de La Mojana, aprendió el verdadero significado del amor.