Hoy ocurrió que un amigo
desocupado me propone un juego por el PIN. Yo por mi parte –e igual de
desocupado- le seguí la corriente. Consistió en que él me daba una lista de
palabras y con ellas yo armaba un cuento corto. Como hay que seguir con el
ejercicio, decido publicar sin editar, simplemente corrigiendo puntuación y
ortografía. Esto es lo que ocurrió:
Palabras:
noche, temor, cielo, tiempo, mujer.
El viejo Migue solía decir que
el diablo era una mujer.
Y era que todas las noches el
abuelo de la prima de mi esposa salía a caminar solo, muy tarde, por la zona
boscosa de su tierra: La Mojana sucreña.
Todas las noches abuelo Migue
llegaba tarde, bien tarde, inexplicablemente cansado, sudado y lleno de sutiles
moretones en varias partes de su cuerpo. La vieja Gaviota ya ni se molestaba en
molestarse: Migue era lo que era, y si no fuera un viejo terco, jamás habría
visto su familia, ni el pueblo entero, lo que era un televisor de transistores,
o esa monstruosidad a la que llaman “neveria”. Gaviota no sentía miedo, aún
cuando un tigre de la sabana les había robado ya un puerco viejo y dos cocás.
El viejo no sentía temor de la
naturaleza; más bien parecía que la madre selva se meara en sus enaguas cuando
el colosal Migue caminaba sin aparente rumbo por la frondosa senda que lo
llevaba al lago del visco, lugar llamado así porque prácticamente nadie lo
podía encontrar.
-el tiempo se puso malo, y
Migue no regresa –dijo Gaviota sobresaltada al sonar las 3 campanadas en su
reloj de pared, aquella calurosa noche de agosto.
Puso un pie en el suelo y cayó
la primera gota desde ese cielo negro que miraba curioso a su casa.
Cantó un carrao,
algo que definitivamente no era lógico que ocurriera… no a esa hora de la
noche.
Gaviota se puso lívida, exhaló
un soplo de aire trémulo, casi un despavorido silbido.
-tengo que buscá a Migue, que
la noche me lo va a matá –aulló Gaviota con las rodillas chocando entre sí y un
nudo asfixiante en su garganta.
Migue saboreó el aire, esperando
no haber tardado más de lo normal esa noche que prefirió cabalgar una cuarta
vez a su misteriosa amante nocturna… sabía bien que algo definitivo, imprevisto
y totalmente en contra de él, iba a ocurrir esa noche.
El diablo supo a tiempo que
Gaviota iba, y pudo sentir ese estado de ánimo tan intranquilo y difícil de
definir que se traía encima la vieja y robusta Gaviota. Exhaló como resignado,
se puso en cuatro patas, y justo cuando a Migue en un último estallido de libido
se le da por abalanzarse con su miembro al aire y triunfalmente erecto,
apuntando directamente a su orificio anal, se transformó en ese animal…
No era un tigre: era el tigre.
Migue cerró los ojos y de
repente sintió que abrazaba a un enorme gato.
Justo cuando Gaviota llegó al
lugar, Migue (su bestia personal) había penetrado al tigre por detrás. Cayó el
gato muerto, sofocado por la virilidad exagerada del viejo Migue.
Y fue en ese momento en el cual
Migue, el coloso de La Mojana, aprendió el verdadero significado del amor.
3 comentarios:
El cuento esta una chimba, pero indirectamente me llevo tambien a escuchar white rabbit (brutal)
esta muy bueno el cuento.... bueno el espacio y el ambiente selvatico de la mojana, me parecio a esos mitos y leyendas del hombre caiman y esas cosas, un cuento popular diria yo....
Por casualidad encontré este sitio y que buen relato la descripción del autor lo lleva en un momento directo a la parte más boscosa y abrumadora de la Mojana Sucreña, debería seguir alimentando este blog.
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